martes, 23 de diciembre de 2014

LA GLOBALIZACIÓN; EL NUEVO MESTIZAJE




Hoy día el verbo globalizar pareciera ser el oráculo de Delfos que tiene la acción valedera y verdadera para consumar los objetivos mas sentidos del continente latinoamericano. “Globalizamos o erramos” pareciera ser una consigna que como Calibán sobrevuela la América Mestiza atormentando sus horizontes o proveyendo de la pretendida autenticidad extraviada en la historia de las sustituciones y la reconstrucción de las ideas. Con la globalización, pareciera que nos llega la oportunidad de reinventar la noción de ciudadanía, y quizás, hacerla coherente. En un sentido particular, se pretende, la integración cultural e ideológica de América Latina, esto es, propugnar sobre una cultura desterritorializada que reinvente las tradiciones y las haga “producto cultural” con acepción universal, porque lo peor sería que fueran “canales” culturales de consumo interno para seguir articulando sobre un pasado que se nutre en orígenes y procesos emancipatorios afines. Ayer, la sociedad de la comunicación basó sus conocimientos en el libro; hoy, en la cibernética, en la comunicación de masas; pero en ambos casos, esa comunicación con profusos perfiles masificadores,  representa la “incomunicación” para vastos sectores de la sociedad.
Palabras Claves; Globalización, mestizaje, América Latina, Cultura.
The globalization, the new miscegenation.
Nowadays the verb globalized seemed to be the oracle of Delfos that has the valid and true action to consummate the objectives but senses of the Latin American continent. "Globalized or we wander" it seemed to be a watchword that I eat Calibán flight the Mixed America tormenting their horizons or providing of the sought authenticity misled in the history of the substitutions and the reconstruction of the ideas. With the globalization, it seemed that we receive the opportunity to reinvent the citizenship notion, and maybe, to make it coherent. In a particular sense, it is sought, the cultural and ideological integration of Latin America, this is, to promote on a culture desterritorializada that reinvents the traditions and he/she makes them "cultural product" with universal meaning, because the worst thing would be that they were "channels" cultural of consumption intern to continue articulating on a past that is nurtured in origins and processes emancipatorios you tune. Yesterday, the society of the communication based its knowledge on the book; today, in the cybernetics, in the communication.
Key words; Globalization, Miscegenation, Latin America, Culture.







La globalización; el nuevo mestizaje[1].

Luis Javier Hernández Carmona
           

           
            La conquista de Latinoamérica fue la primera gran empresa globalizadora en este continente, con ella, el idioma español y la religión católica vieron “desterritorializarse” sus áreas de influencia y viajaron a lejanas tierras para mestizarse; el idioma a través de los sincretismos étnicos y las variantes idiomáticas de las diversas y disímiles regiones españolas que confluyeron en el nuevo mundo; la religión al hibridarse con la conciencia mítica de indios y negros.   
            Los intentos por poblar un  territorio impactante y novedoso fueron sinónimos de “cercar” [transculturizar, a partir de la ciudad escrituraria]  inmensidad geográfica instancias político-administrativas; “la ciudad escrituraria” será el modo y medio para conjurar ideas y acendrar la diversidad a través del mestizaje. A decir de Arturo Uslar Pietri, de esa “conciencia de individualidad distinta, creada por las circunstancias distintas y por las herencias contradictorias” [1985: 352] que a la postre es una manifestación de globalidad al permitir la inclusión de sincretismos.
            De allí nacen los grandes centros y periferias que van a destacar dentro de la evolución de los pueblos y las naciones en cuanto a la detentación del poder y las configuraciones de un proyecto “romántico” de la tierra que alentaron las voces de Andrés  Bello y Sarmiento, luego para ser seguidas por Gallegos y José Eustasio Rivera, entre otros. Son las pretensiones para la “preparación” de las áreas rurales y su ingreso a los espacios urbanos bajo el florecimiento de nuevos esquemas culturales.
            Planteamientos densamente positivistas fundamentaban en la “polis” la resolución de los mas ingentes conflictos que presentaba el espacio latinoamericano; es la profusión de una fe por la ciencia y el progreso que aprovecharía el espacio novedoso e impactante de América Latina; baste recordar el poema “Alocución a la poesía” de Andrés Bello donde hace toda una apología de las tierras americanas en correspondencia con la palabra venida de la gran metrópolis europea para desarrollar una nueva simiente, en un decir, legitimar el mestizaje cultural advenido de Europa; legitimar un proceso de transculturación que marcaría la hibridez y validaría los nuevos “sujetos culturales”.
            Sobre esta referencia, el mestizaje latinoamericano se mostrará como la primera propuesta globalizadora para un continente al que había que construirle un rostro a imagen y semejanza de las “culturas desarrolladas”, aun cuando, la aculturación mostrara con insistente fortaleza sus afilados colmillos, devorando sistemas culturales autóctonos, para ser sustituidos por foráneos. Alfonso Reyes lo vislumbró magistralmente al referirse al continente utópico en función de sus disímiles matices culturales;
            Su mismo origen colonial, que la obligaba a buscar fuera de si mismo las razones de su acción y de su cultura, la ha dotado precozmente de un sentido internacional, de una elasticidad envidiable para concebir el vasto panorama humano en especie de unidad y conjunto. La cultura americana es la única que podrá ignorar, en principio, las murallas nacionales y étnicas [Reyes. XI: 62]
            Esta circunstancia, justifica en  América Latina un exacerbado efecto de “presente” basado en: “la resistencia de sus tradiciones y la contemporaneidad de sus atrasos, las contradicciones de su modernización y las ambigüedades de su desarrollo, lo temprano de su modernismo y lo tardío y heterogéneo de su modernidad” [Barbero. 2001: 9] El presente rural se transforma en ciudad; ciudad letrada en el centro e iletrada en las periferias; desarrolladas en los grandes corazones industriales y paupérrimas en los pocos rescoldos de espacio rural que va dejando el paso avasallante del progreso; “La escritura poseía rigidez y permanencia, un modo autónomo que remedada la eternidad. Estaba libre de las vicisitudes y metamorfosis de la historia, pero sobre todo, consolidaba el orden por su capacidad para expresarlo rigurosamente” [Rama. 1984: 9]
            A más de ciudad letrada, hoy día, deberíamos referirla como ciudad comunicacional, punto neurálgico del inicio globalizante que paulatinamente se van extendiendo en busca de las “aldeas globales”. Si ayer hablamos de la “raza cósmica” partiendo de las individualidades; hoy escuchamos la aldea global como la “unción mediática” para la generalidad, el punto de encuentro y conciliación de todas las diferencias a través de la interactividad.
            La ciudad “escrituraria” se hace tecnológica y multicultural; en principio se habla de la abolición de la historia para extenderse sobre la muerte del libro. Esta multiculturalidad “balancea” el pasado, presente y futuro, intentando reescribir la historia y la tradición desde la novedad, alejándose de los estertores nostálgicos que intentan levantar barricadas para preservar un pasado anclado en el pasado. Se difiere sobre el pasado a manera de  potencialidad para redimensionar la memoria como impostación de autenticidad.
            Hoy, el escenario de la globalización es el espacio de la comunicación, vivimos en la “sociedad mensaje” donde la cotidianidad se diluye entre el Chat y la Internet que se adusta como el “macro” escenario donde intentan converger las heterogeneidades de la sociedad escrituraria (con su profuso impulso en la imprenta) que se ve desplazada por la ciudad tecnológica apoyada  en la cibernética. Son varios y disímiles los argumentos que sustentan esas metamorfosis donde algunas de ellas vaticinan la “muerte” del libro, y cuatrocientos años después del Quijote no vemos aun los nubarrones agónicos que anuncien la expiración del libro.
            Mas aun, si la multiculturalidad conjura la nostalgia por los tiempos pasados que pudieran alterar el cursos de la historia y atrincherarse en un pasado estático; esa misma nostalgia cobra una nueva dimensión en la literatura y otra artes, definida al estilo de Lukács como la instancia sublime del alma que permite ensoñar y potenciar mundos íntimos como es el caso de vivir para contarla de Gabriel García Márquez, donde la nostalgia borra los malos recuerdos y potencia los buenos a través de escritura como ejercicio de la memoria cotidiana. Es esa memoria íntima y cotidiana que sustenta el realismo mágico y sus acciones como memoria colectiva latinoamericana. Recordemos que para Baudrillard, lo nostálgico tiene sentido porque no proviene de la apariencia como lo melancólico; el ente nostálgico, en este caso, implicará la expresión de una idealidad que va mas allá de la apariencia porque involucra la vida misma del individuo.
            Esa memoria-nostalgia es válida a manera de expresión sensible de la región cósmica que puede morar cómodamente en el concepto de “cultura de masas” cuando se pluraliza la “industria cultural” desde el intercambio entre lo real y lo ficticio. Antonio Cornejo Polar, anatematiza los “fragmentos” de pasado como esa “evocación migratoria” del latinoamericano que lo hace “condición migrante”;
            un allá y un entonces que de pronto se descubre que son acá de la memoria insomne pero fragmentada y el ahora que tanto corre como se ahonda, verticalmente, en un tiempo espeso que acumula sin sintetizar las experiencias del ayer y de los espacios que se dejaron atrás y que siguen perturbando con rabia o con ternura [1995: 103]
            En esta dicotomía se fundan las grandes culturas oficiales y surgen las de la subversión que intentan sobrevivir en espacios abiertos pero amenazados por el cerco de concreto que condensa esas grandes extensiones territoriales en pequeñas huertas nostálgicas en medio de las grandes ciudades. Mario Briceño Iragorry lo puntualiza fehacientemente en su texto “Aviso a los navegantes” al advertir la desaparición de un espacio, y con él, la “conciencia de la tierra”; la “conciencia cósmica”, podríamos agregar para tratar de revelar esa sensibilidad “telúrica” que desanda intentando conservar los valores de la tierra como arquetipos de una época y enmarque de una tradición que fleja frente a los avatares de culturas sincréticas e hibridas. Dentro de esa dicotomía surge la aldea cósmica que permite ensoñar y propiciar los reencuentros entre un pasado y un presenta y así buscar explicaciones perentorias para el futuro.
            Creo que el otro gran momento de la globalización en América Latina proviene con la aparición del Modernismo y, con él, el Liberalismo Romántico, al intentar conjugar una serie de posturas sincréticas y, desde allí, buscar una “filosofía fundadora” para la América Mestiza. Ángel Rama justifica que el Modernismo implosiona paralelamente con el Capitalismo que se implanta en América Latina y la consiguiente aplicación de las tendencias positivistas como los caminos de la emancipación cultural que nunca marchó paralela con la emancipación política emprendida por los libertadores.
            De allí que este movimiento, mas que literario, social, persigue el afianzamiento a partir de una vuelta de los orígenes contenidos en la vieja España;
            El arte sincrético modernista asumió diversas formas. Pero una de sus manifestaciones mas obvias fue la apropiación  de los objetos de lujo y la materias “nobles y duras” de la cultura europea y de las oligarquías dominantes locales, incorporando los productos y materias asociados con el discurso mercantil contemporáneo [Schulman. 2002: 12]
            Se intentan las explicaciones desde la “raza cósmica” de Vasconcelos” como la gran conciliación para alcanzar la unidad de un continente disperso en el sincretismo y la heterogeneidad. Para Vasconcelos, la raza cósmica es “raza impelente” que siempre está subyacente y en constante renovación; “Al cumplir su destino de mecanizar el mundo, ellos mismos han puesto, sin saberlo las bases de un período nuevo, el período de la fusión y mezcla de todos los pueblos” [Vasconcelos. 1958: 910]. Todo ello transcurre bajo la acepción de no “sacrificar” el concepto de nación y autonomía que rige las regiones latinoamericanas. Aun cuando parezca paradójico e incongruente.
            Hoy día el verbo globalizar pareciera ser el oráculo de Delfos que tiene la acción valedera y verdadera para consumar los objetivos mas sentidos del continente latinoamericano. “Globalizamos o erramos” pareciera ser una consigna que como Calibán sobrevuela la América Mestiza atormentando sus horizontes o proveyendo de la pretendida autenticidad extraviada en la historia de las sustituciones y la reconstrucción de las ideas. Con la globalización, pareciera que nos llega la oportunidad de reinventar la noción de ciudadanía, y quizás, hacerla coherente.
            Muchas orientaciones han propendido a deslastrarnos de los pasados heroicos o étnicos a razón de  puntos centrales de los discursos políticos que dialogan con sus iguales y alientan con pie firme las dicotomías culturales que van surgiendo como las grandes causales para seguir sustentando las diferencias entre lo popular y lo culto; cuando en realidad, lo enfrentado es la tradición y la innovación. El desvanecimiento del sentimiento histórico por la “pasión por la memoria”. Entonces las dicotomías sobrevendrán a través de las “intenciones”  de las diversas regiones por preservar su memoria que se ve descentrada por los efectos “globales” al romperse las fronteras y los elementos inclusivos.
            La globalización económica y su desdoblamiento en multipolar abren perspectivas para enfocar también una multiculturalidad; retomando lo que Michel De Certau propugnó como la  “cotidianidad de las culturas” y el respeto a los recintos regionales, se hace fundamental al momento de establecer los prolegómenos que intentarán definir o redefinir los objetivos de la industria cultural desde la experiencia creativa de la invención. La incorporación de la tecnología a los sectores hasta ahora excluidos, a través de las “formaciones constitutivas de la cultura” propuestas por Raymond Williams,  desde donde, se combinará la cultura arcaica (el pasado sobreviviente como pasado) lo residual (el pasado vivo y dinamizado) y lo emergente (lo nuevo que se incorpora). En este sentido, se establecerán las correspondencias desde las “mixturas culturales” alejándose de las concepciones “nostálgicas” de la historia y el pasado como categorías inamovibles e inalterables.
            A través de esas “mixturas culturales” se intentará  una redimensión de la “región” para que esta no perezca en un presente a través de la redimensión de su pasado como ente interactuante en un presente que busca avizorar el futuro. Esta mixtura procurará garantizar la supervivencia de la “región” en la conservación de sus arquetipos fundacionales.
            El mestizaje latinoamericano en todas sus acepciones ha sido una transformación de la sensibilidad que permanece subyacente en los tiempos y cambios tecnológicos que anuncian la tan esperada época mesiánica que concilie las diferencias y balance los “haberes” de la humanidad. Es la sensibilidad latinoamericana el perfil que sobrevive al “vértigo tecnológico”, al devenir de la apariencia; “Ya no estamos en un mundo surrealista, estamos en un mundo hiperrealista, donde las cosas se iluminan ellas mismas, irónicamente, ellas solas” [Baudrillard. 1997: 23]
            La globalización implica una “invasión” de espacios donde los referentes culturales entran en distensión para no ser excluidos. Una constante amenaza se cierne sobre los  preceptos identitarios de las regiones con la densificación de los intercambios y la profundización de los desarraigos hacia los “conceptos nacionales”. En el marco de la globalización se intentan las conciliaciones entre identidad colectiva y cultura nacional; es abrir los brazos al mundo globalizado en el intento de seguir marchando con las alforjas llenas de sustratos culturales locales. Es la constitución de una ambigüedad cultural o la impostación-aceptación de un mestizaje que permita conciliar la macrohistoria de la humanidad y la microhistoria de las regiones.
            Es la búsqueda de la inclusión cultural a través de los mecanismos mediáticos  que propone el acontecer tecnológico; es la proporción de culturas y proyectos supranacionales que involucren bloques de regiones, tal es el caso de América Latina a través de mecanismos u organismos como el ALBA o TELESUR. Este último, un medio de comunicación audiovisual latinoamericano que permita la inserción de la “región” en el mundo multipolar y, a la vez, sea la contraparte ideológica a los demás medios de comunicación de masas de otros países que penetrar a este continente e imponen ideologías y preceptos culturales foráneos. Será la ideología convertida en “fuerza real capaz de forzar la realidad” [Morin. 1981: 69] para evitar la esclavización de América Latina. Aun cuando esto resulte “un plan de acción fallido” [Haberlas. 1984: 495] por las pocas posibilidades en la conciliación y el entendimiento, puesto que, será el antagonismo lo que implicará la relación de los intervinientes en este tipo de relación comunicativa.
            En un sentido particular, se pretende, la integración cultural e ideológica de América Latina, esto es, propugnar sobre una cultura desterritorializada que reinvente las tradiciones y las haga “producto cultural” con acepción universal, porque lo peor sería que fueran “canales” culturales de consumo interno para seguir articulando sobre un pasado que se nutre en orígenes y procesos emancipatorios afines. Ayer, la sociedad de la comunicación basó sus conocimientos en el libro; hoy, en la cibernética, en la comunicación de masas; pero en ambos casos, esa comunicación con profusos perfiles masificadores,  representa la “incomunicación” para vastos sectores de la sociedad.
            Hoy la globalización adquiere visos de discurso del poder que responde a los intereses de los poderosos que “conceden” pequeños espacios de participación sin que ello signifique un atentado contra sus intereses; muestra de ello son las emisoras comunitarias frente al microespacio de las cadenas radiales comerciales y donde se reactualiza el clásico antagonismo entre cultura “masiva” (culta) y cultura “popular”.
            Antes fue cercar y poblar; hoy es desterritorializar. Pero, quizá, desde un principio nos hemos sentido desterritorializados, por que no, extraños y “migrantes” con respecto a nuestra autenticidad étnica y cultural. Hemos intentado la desterritorialidad autoproclamándonos mestizos, reconociéndonos híbridos. Ya en el discurso de Angostura, Simón Bolívar, reflexionaba sobre esa disímil condición;  
            Nosotros ni aun conservamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo: no somos Europeos, no somos Indios, sino una especie media entre los Aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y Europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores. Así nuestro caso es el mas extraordinario y complicado.
            Esta aseveración de Bolívar conduce más bien a la universalidad, la cantera dispuesta originariamente a contener la disimilitud y, desde allí, partir a buscar lo pretendido, la emancipación mental a través de la “raza síntesis” que no acepta exclusiones. Esa “territorialidad” difuminada entre el tiempo y la historia que intenta “cercar” simbólicamente (utópicamente) un continente que “viene del mestizaje y hacia la globalización va” con las alforjas cargadas de pasado como el blasón para permanecer erguido como “ínsula quijotesca” ante los embates del presente que muda de piel rápidamente y a veces no da tiempo de catalogarlo; sólo nos deja la expectativa del arte para reconciliarnos en la sensibilidad y soñarnos auténticos. Adorno aduce que: “en la era de la comunicación de masas, el arte permanece íntegro cuando no participa en la comunicación” [Adorno. 1980. 416].
            Si el arte latinoamericano es respuesta de su idiosincrasia, se manejará en cierta medida como punto focal de “resistencia cultural” frente a la naturaleza homogeneizadora de la globalización. Es la trasmigración de  los tiempos lo que mantendrá la fortaleza de la hibridez y la resemantización del mestizaje a través de los tiempos;
            La hibridez es tan fuerte que los elementos del pasado y del presente pierden su integridad hasta fundirse o volverse perfectamente intercambiables. Al introducir  un <<<doble marco temporal>> la reversibilidad del tiempo, simbolizada por el fantasma, se salda igualmente con la inclusión del presente de muchos elementos pasados [Gruzinski. 2000: 332]
            Es tiempo de conciliar escisiones que han hecho del sujeto un ser “extraño y fronterizo”; es tiempo de que sujeto y razón se concilien en torno al ámbito cultural para fortificar los discursos y hacerlos navegables en los decursos de la historia;
            La razón y el sujeto, que en efecto pueden llegar a ser extraños u hostiles, pueden también unirse y que el agente de esta unión es el movimiento social, es decir, la transformación de la defensa personal y cultural del sujeto en acción colectiva dirigida contra el poder que somete la razón a sus propios intereses [Touraine. 1992: 366]
            No es una lucha de los individuos contra la globalización y su desdoble en la comunicación de masas y el desarrollo tecnológico. Es la lucha contra quienes mueven los hilos del poder a  través de la globalización y su instrumentación como discurso del poder; lenguaje totalitario que cercene visiones y prosiga la explotación de los capitales en detrimento de los pueblos. Es repetir la advertencia de Vasconcelos sobre el internacionalismo, que: “sólo serviría para consumar el triunfo de las naciones más fuertes”.
            Ya no es asunto de “topografías” es cuestión de “discursos” que articulan esencias; tal y como lo predijo Mallarmé “Enunciar significa producir; proclama a gritos sus demostraciones a través de la práctica”. Entonces, la esencia estará en la tipología del discurso como redundancia de la hegemonía de los pueblos mestizados o globalizados, pero por encima, sociedades discursivas al estilo definido por Lotman;
            La tarea de construir una tipología de la cultura no puede ser considerada una tarea nueva: surge periódicamente en determinados momentos de desarrollo científico y cultural general. Podemos decir que cada especie de cultura crea su concepción del desarrollo cultural, es decir, una tipología de la cultura. [Lotman. 1998: 93]
            Es el hombre transmigrado en su discurso el que debe oponerse a las limitaciones y temores de la subordinación hacia los otros, hemos pasado mucho tiempo lamentándonos de ser subordinados de otros, el presente exige posturas diferentes de hombres “conscientes” de su rol social:
            Es éste el hombre que ha de expresarse, el que ha de hablar a través de todas las formas de cultura a su alcance. Un hombre que no tiene por qué repetir lecciones ajenas o tratar de eludirlas para afianzar una supuesta originalidad. El hombre es hombre aquí y ahora, ayer y en cualquier otra latitud. En cada hombre deben hablar todos los hombres, los que han sido y los que son, así como los que pueden llegar a ser. [Zea. 1974: 55]

Bibliografía.
Adorno, Theodor (1980) Teoría estética. Taurus. Madrid.
Barbero, Jesús Martín (2001) Al sur de la modernidad. Pittsburg. Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.

Baudrillard, Jean (1997) La ilusión y la desilusión estéticas. Caracas. Monte Ávila Editores.
Cornejo Polar, Antonio (1995) “Condición migrante e intertextualidad multicultural: El caso de Arguedas” en  Revista de crítica literaria latinoamericana, Nº 42, 1995, 45-54.

Gruzinski, Serge (2000) El pensamiento mestizo. Madrid. Paidós.

Habermas, Jürgen (1994) Teoría de la acción comunicativa. Madrid. Cátedra

Lotman, Yuri (1998) La semiosfera II. Madrid. Ediciones Cátedra.

Morin, Edgar (1982) Para salir del siglo XX. Barcelona. Editorial Kairós.

Rama, Ángel (1984)  La ciudad letrada. Hanover. Ediciones del Norte..

Reyes, Alfonso (1956) Obras completas. México. Fondo de Cultura Económica

Schulman, Iván (2002) El proyecto inconcluso. (La vigencia del modernismo). México. Siglo Veintiuno Editores.

Touraine, Alain (1994) Crítica a la modernidad. México. Fondo de Cultura Económica.
Uslar Pietri, Arturo (1985) Cuarenta Ensayos. Caracas. Monte Ávila Editores.

Vasconcelos, José (1958) Obras completas, Tomo II. México. Libreros Mexicanos.

Zea, Leopoldo (1974) Dependencia y liberación en la cultura latinoamericana. México. Editorial Joaquín Mortiz.


[1] Este artículo forma parte de un proyecto de investigación financiado por el CDCHT de la Universidad de los Andes. Venezuela.

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