Hoy día el
verbo globalizar pareciera ser el oráculo de Delfos que tiene la acción
valedera y verdadera para consumar los objetivos mas sentidos del continente
latinoamericano. “Globalizamos o erramos” pareciera ser una consigna que como
Calibán sobrevuela la América Mestiza atormentando sus horizontes o proveyendo
de la pretendida autenticidad extraviada en la historia de las sustituciones y
la reconstrucción de las ideas. Con la globalización, pareciera que nos llega
la oportunidad de reinventar la noción de ciudadanía, y quizás, hacerla
coherente. En un sentido particular, se pretende, la integración cultural e
ideológica de América Latina, esto es, propugnar sobre una cultura
desterritorializada que reinvente las tradiciones y las haga “producto
cultural” con acepción universal, porque lo peor sería que fueran “canales”
culturales de consumo interno para seguir articulando sobre un pasado que se
nutre en orígenes y procesos emancipatorios afines. Ayer, la sociedad de la
comunicación basó sus conocimientos en el libro; hoy, en la cibernética, en la
comunicación de masas; pero en ambos casos, esa comunicación con profusos
perfiles masificadores, representa la
“incomunicación” para vastos sectores de la sociedad.
Palabras
Claves; Globalización, mestizaje, América Latina, Cultura.
The
globalization, the new miscegenation.
Nowadays
the verb globalized seemed to be the oracle of Delfos that has the valid and
true action to consummate the objectives but senses of the Latin American
continent. "Globalized or we wander" it seemed to be a watchword that
I eat Calibán flight the Mixed America tormenting their horizons or providing
of the sought authenticity misled in the history of the substitutions and the
reconstruction of the ideas. With the globalization, it seemed that we receive
the opportunity to reinvent the citizenship notion, and maybe, to make it
coherent. In a particular sense, it is sought, the cultural and ideological
integration of Latin America, this is, to promote on a culture
desterritorializada that reinvents the traditions and he/she makes them
"cultural product" with universal meaning, because the worst thing
would be that they were "channels" cultural of consumption intern to
continue articulating on a past that is nurtured in origins and processes
emancipatorios you tune. Yesterday, the society of the communication based its
knowledge on the book; today, in the cybernetics, in the communication.
Key
words; Globalization, Miscegenation, Latin America, Culture.
La globalización; el nuevo
mestizaje[1].
Luis Javier Hernández Carmona
La conquista de Latinoamérica fue la
primera gran empresa globalizadora en este continente, con ella, el idioma
español y la religión católica vieron “desterritorializarse” sus áreas de
influencia y viajaron a lejanas tierras para mestizarse; el idioma a través de
los sincretismos étnicos y las variantes idiomáticas de las diversas y
disímiles regiones españolas que confluyeron en el nuevo mundo; la religión al
hibridarse con la conciencia mítica de indios y negros.
Los intentos por poblar un territorio impactante y novedoso fueron sinónimos
de “cercar” [transculturizar, a partir de la ciudad escrituraria] inmensidad geográfica instancias
político-administrativas; “la ciudad escrituraria” será el modo y medio para
conjurar ideas y acendrar la diversidad a través del mestizaje. A decir de
Arturo Uslar Pietri, de esa “conciencia de individualidad distinta, creada por
las circunstancias distintas y por las herencias contradictorias” [1985: 352]
que a la postre es una manifestación de globalidad al permitir la inclusión de
sincretismos.
De allí nacen los grandes centros y
periferias que van a destacar dentro de la evolución de los pueblos y las
naciones en cuanto a la detentación del poder y las configuraciones de un
proyecto “romántico” de la tierra que alentaron las voces de Andrés Bello y Sarmiento, luego para ser seguidas
por Gallegos y José Eustasio Rivera, entre otros. Son las pretensiones para la
“preparación” de las áreas rurales y su ingreso a los espacios urbanos bajo el
florecimiento de nuevos esquemas culturales.
Planteamientos densamente
positivistas fundamentaban en la “polis” la resolución de los mas ingentes
conflictos que presentaba el espacio latinoamericano; es la profusión de una fe
por la ciencia y el progreso que aprovecharía el espacio novedoso e impactante
de América Latina; baste recordar el poema “Alocución a la poesía” de Andrés
Bello donde hace toda una apología de las tierras americanas en correspondencia
con la palabra venida de la gran metrópolis europea para desarrollar una nueva
simiente, en un decir, legitimar el mestizaje cultural advenido de Europa;
legitimar un proceso de transculturación que marcaría la hibridez y validaría
los nuevos “sujetos culturales”.
Sobre esta referencia, el mestizaje
latinoamericano se mostrará como la primera propuesta globalizadora para un
continente al que había que construirle un rostro a imagen y semejanza de las
“culturas desarrolladas”, aun cuando, la aculturación mostrara con insistente
fortaleza sus afilados colmillos, devorando sistemas culturales autóctonos,
para ser sustituidos por foráneos. Alfonso Reyes lo vislumbró magistralmente al
referirse al continente utópico en función de sus disímiles matices culturales;
Su mismo
origen colonial, que la obligaba a buscar fuera de si mismo las razones de su
acción y de su cultura, la ha dotado precozmente de un sentido internacional,
de una elasticidad envidiable para concebir el vasto panorama humano en especie
de unidad y conjunto. La cultura americana es la única que podrá ignorar, en
principio, las murallas nacionales y étnicas [Reyes. XI: 62]
Esta circunstancia, justifica en América Latina un exacerbado efecto de “presente”
basado en: “la resistencia de sus tradiciones y la contemporaneidad de sus
atrasos, las contradicciones de su modernización y las ambigüedades de su
desarrollo, lo temprano de su modernismo y lo tardío y heterogéneo de su
modernidad” [Barbero. 2001: 9] El presente rural se transforma en ciudad;
ciudad letrada en el centro e iletrada en las periferias; desarrolladas en los
grandes corazones industriales y paupérrimas en los pocos rescoldos de espacio
rural que va dejando el paso avasallante del progreso; “La escritura poseía
rigidez y permanencia, un modo autónomo que remedada la eternidad. Estaba libre
de las vicisitudes y metamorfosis de la historia, pero sobre todo, consolidaba
el orden por su capacidad para expresarlo rigurosamente” [Rama. 1984: 9]
A más de ciudad letrada, hoy día,
deberíamos referirla como ciudad comunicacional, punto neurálgico del inicio
globalizante que paulatinamente se van extendiendo en busca de las “aldeas
globales”. Si ayer hablamos de la “raza cósmica” partiendo de las
individualidades; hoy escuchamos la aldea global como la “unción mediática”
para la generalidad, el punto de encuentro y conciliación de todas las
diferencias a través de la interactividad.
La ciudad “escrituraria” se hace
tecnológica y multicultural; en principio se habla de la abolición de la
historia para extenderse sobre la muerte del libro. Esta multiculturalidad
“balancea” el pasado, presente y futuro, intentando reescribir la historia y la
tradición desde la novedad, alejándose de los estertores nostálgicos que
intentan levantar barricadas para preservar un pasado anclado en el pasado. Se
difiere sobre el pasado a manera de potencialidad para redimensionar la memoria
como impostación de autenticidad.
Hoy, el escenario de la
globalización es el espacio de la comunicación, vivimos en la “sociedad
mensaje” donde la cotidianidad se diluye entre el Chat y la Internet que se
adusta como el “macro” escenario donde intentan converger las heterogeneidades
de la sociedad escrituraria (con su profuso impulso en la imprenta) que se ve
desplazada por la ciudad tecnológica apoyada
en la cibernética. Son varios y disímiles los argumentos que sustentan
esas metamorfosis donde algunas de ellas vaticinan la “muerte” del libro, y
cuatrocientos años después del Quijote no vemos aun los nubarrones agónicos que
anuncien la expiración del libro.
Mas aun, si la multiculturalidad
conjura la nostalgia por los tiempos pasados que pudieran alterar el cursos de
la historia y atrincherarse en un pasado estático; esa misma nostalgia cobra
una nueva dimensión en la literatura y otra artes, definida al estilo de Lukács
como la instancia sublime del alma que permite ensoñar y potenciar mundos
íntimos como es el caso de vivir para contarla de Gabriel García
Márquez, donde la nostalgia borra los malos recuerdos y potencia los buenos a
través de escritura como ejercicio de la memoria cotidiana. Es esa memoria
íntima y cotidiana que sustenta el realismo mágico y sus acciones como memoria
colectiva latinoamericana. Recordemos que para Baudrillard, lo nostálgico tiene
sentido porque no proviene de la apariencia como lo melancólico; el ente
nostálgico, en este caso, implicará la expresión de una idealidad que va mas
allá de la apariencia porque involucra la vida misma del individuo.
Esa memoria-nostalgia es válida a
manera de expresión sensible de la región cósmica que puede morar cómodamente
en el concepto de “cultura de masas” cuando se pluraliza la “industria
cultural” desde el intercambio entre lo real y lo ficticio. Antonio Cornejo
Polar, anatematiza los “fragmentos” de pasado como esa “evocación migratoria”
del latinoamericano que lo hace “condición migrante”;
un allá
y un entonces que de pronto se descubre que son acá de la memoria insomne pero
fragmentada y el ahora que tanto corre como se ahonda, verticalmente, en un
tiempo espeso que acumula sin sintetizar las experiencias del ayer y de los
espacios que se dejaron atrás y que siguen perturbando con rabia o con ternura
[1995: 103]
En esta dicotomía se fundan las
grandes culturas oficiales y surgen las de la subversión que intentan
sobrevivir en espacios abiertos pero amenazados por el cerco de concreto que
condensa esas grandes extensiones territoriales en pequeñas huertas nostálgicas
en medio de las grandes ciudades. Mario Briceño Iragorry lo puntualiza
fehacientemente en su texto “Aviso a los navegantes” al advertir la desaparición
de un espacio, y con él, la “conciencia de la tierra”; la “conciencia cósmica”,
podríamos agregar para tratar de revelar esa sensibilidad “telúrica” que
desanda intentando conservar los valores de la tierra como arquetipos de una
época y enmarque de una tradición que fleja frente a los avatares de culturas
sincréticas e hibridas. Dentro de esa dicotomía surge la aldea cósmica que
permite ensoñar y propiciar los reencuentros entre un pasado y un presenta y
así buscar explicaciones perentorias para el futuro.
Creo que el otro gran momento de la
globalización en América Latina proviene con la aparición del Modernismo y, con
él, el Liberalismo Romántico, al intentar conjugar una serie de posturas
sincréticas y, desde allí, buscar una “filosofía fundadora” para la América
Mestiza. Ángel Rama justifica que el Modernismo implosiona paralelamente con el
Capitalismo que se implanta en América Latina y la consiguiente aplicación de
las tendencias positivistas como los caminos de la emancipación cultural que nunca
marchó paralela con la emancipación política emprendida por los libertadores.
De allí que este movimiento, mas que
literario, social, persigue el afianzamiento a partir de una vuelta de los
orígenes contenidos en la vieja España;
El arte
sincrético modernista asumió diversas formas. Pero una de sus manifestaciones
mas obvias fue la apropiación de los
objetos de lujo y la materias “nobles y duras” de la cultura europea y de las
oligarquías dominantes locales, incorporando los productos y materias asociados
con el discurso mercantil contemporáneo [Schulman. 2002: 12]
Se intentan las explicaciones desde
la “raza cósmica” de Vasconcelos” como la gran conciliación para alcanzar la
unidad de un continente disperso en el sincretismo y la heterogeneidad. Para
Vasconcelos, la raza cósmica es “raza impelente” que siempre está subyacente y
en constante renovación; “Al cumplir su destino de mecanizar el mundo, ellos
mismos han puesto, sin saberlo las bases de un período nuevo, el período de la
fusión y mezcla de todos los pueblos” [Vasconcelos. 1958: 910]. Todo ello
transcurre bajo la acepción de no “sacrificar” el concepto de nación y
autonomía que rige las regiones latinoamericanas. Aun cuando parezca paradójico
e incongruente.
Hoy día el verbo globalizar pareciera
ser el oráculo de Delfos que tiene la acción valedera y verdadera para consumar
los objetivos mas sentidos del continente latinoamericano. “Globalizamos o
erramos” pareciera ser una consigna que como Calibán sobrevuela la América
Mestiza atormentando sus horizontes o proveyendo de la pretendida autenticidad
extraviada en la historia de las sustituciones y la reconstrucción de las
ideas. Con la globalización, pareciera que nos llega la oportunidad de
reinventar la noción de ciudadanía, y quizás, hacerla coherente.
Muchas orientaciones han propendido
a deslastrarnos de los pasados heroicos o étnicos a razón de puntos centrales de los discursos políticos
que dialogan con sus iguales y alientan con pie firme las dicotomías culturales
que van surgiendo como las grandes causales para seguir sustentando las
diferencias entre lo popular y lo culto; cuando en realidad, lo enfrentado es
la tradición y la innovación. El desvanecimiento del sentimiento histórico por
la “pasión por la memoria”. Entonces las dicotomías sobrevendrán a través de
las “intenciones” de las diversas
regiones por preservar su memoria que se ve descentrada por los efectos
“globales” al romperse las fronteras y los elementos inclusivos.
La globalización económica y su
desdoblamiento en multipolar abren perspectivas para enfocar también una
multiculturalidad; retomando lo que Michel De Certau propugnó como la “cotidianidad de las culturas” y el respeto a
los recintos regionales, se hace fundamental al momento de establecer los
prolegómenos que intentarán definir o redefinir los objetivos de la industria
cultural desde la experiencia creativa de la invención. La incorporación de la
tecnología a los sectores hasta ahora excluidos, a través de las “formaciones
constitutivas de la cultura” propuestas por Raymond Williams, desde donde, se combinará la cultura
arcaica (el pasado sobreviviente como pasado) lo residual (el pasado
vivo y dinamizado) y lo emergente (lo nuevo que se incorpora). En este
sentido, se establecerán las correspondencias desde las “mixturas culturales”
alejándose de las concepciones “nostálgicas” de la historia y el pasado como
categorías inamovibles e inalterables.
A través de esas “mixturas
culturales” se intentará
una redimensión de la “región” para
que esta no perezca en un presente a través de la redimensión de su pasado como
ente interactuante en un presente que busca avizorar el futuro. Esta mixtura procurará
garantizar la supervivencia de la “región” en la conservación de sus arquetipos
fundacionales.
El mestizaje latinoamericano en
todas sus acepciones ha sido una transformación de la sensibilidad que
permanece subyacente en los tiempos y cambios tecnológicos que anuncian la tan
esperada época mesiánica que concilie las diferencias y balance los “haberes”
de la humanidad. Es la sensibilidad latinoamericana el perfil que sobrevive al
“vértigo tecnológico”, al devenir de la apariencia; “Ya no estamos en un mundo
surrealista, estamos en un mundo hiperrealista, donde las cosas se iluminan
ellas mismas, irónicamente, ellas solas” [Baudrillard. 1997: 23]
La globalización implica una
“invasión” de espacios donde los referentes culturales entran en distensión
para no ser excluidos. Una constante amenaza se cierne sobre los preceptos identitarios de las regiones con la
densificación de los intercambios y la profundización de los desarraigos hacia
los “conceptos nacionales”. En el marco de la globalización se intentan las
conciliaciones entre identidad colectiva y cultura nacional; es abrir los
brazos al mundo globalizado en el intento de seguir marchando con las alforjas
llenas de sustratos culturales locales. Es la constitución de una ambigüedad cultural
o la impostación-aceptación de un mestizaje que permita conciliar la
macrohistoria de la humanidad y la microhistoria de las regiones.
Es la búsqueda de la inclusión
cultural a través de los mecanismos mediáticos que propone el acontecer tecnológico; es la
proporción de culturas y proyectos supranacionales que involucren bloques de
regiones, tal es el caso de América Latina a través de mecanismos u organismos
como el ALBA o TELESUR. Este último, un medio de comunicación audiovisual
latinoamericano que permita la inserción de la “región” en el mundo multipolar
y, a la vez, sea la contraparte ideológica a los demás medios de comunicación
de masas de otros países que penetrar a este continente e imponen ideologías y
preceptos culturales foráneos. Será la ideología convertida en “fuerza real
capaz de forzar la realidad” [Morin. 1981: 69] para evitar la esclavización de
América Latina. Aun cuando esto resulte “un plan de acción fallido” [Haberlas.
1984: 495] por las pocas posibilidades en la conciliación y el entendimiento,
puesto que, será el antagonismo lo que implicará la relación de los
intervinientes en este tipo de relación comunicativa.
En un sentido particular, se
pretende, la integración cultural e ideológica de América Latina, esto es, propugnar
sobre una cultura desterritorializada que reinvente las tradiciones y las haga
“producto cultural” con acepción universal, porque lo peor sería que fueran
“canales” culturales de consumo interno para seguir articulando sobre un pasado
que se nutre en orígenes y procesos emancipatorios afines. Ayer, la sociedad de
la comunicación basó sus conocimientos en el libro; hoy, en la cibernética, en
la comunicación de masas; pero en ambos casos, esa comunicación con profusos
perfiles masificadores, representa la
“incomunicación” para vastos sectores de la sociedad.
Hoy la globalización adquiere visos
de discurso del poder que responde a los intereses de los poderosos que
“conceden” pequeños espacios de participación sin que ello signifique un
atentado contra sus intereses; muestra de ello son las emisoras comunitarias
frente al microespacio de las cadenas radiales comerciales y donde se reactualiza
el clásico antagonismo entre cultura “masiva” (culta) y cultura “popular”.
Antes fue cercar y poblar; hoy es
desterritorializar. Pero, quizá, desde un principio nos hemos sentido
desterritorializados, por que no, extraños y “migrantes” con respecto a nuestra
autenticidad étnica y cultural. Hemos intentado la desterritorialidad
autoproclamándonos mestizos, reconociéndonos híbridos. Ya en el discurso de
Angostura, Simón Bolívar, reflexionaba sobre esa disímil condición;
Nosotros
ni aun conservamos los vestigios de lo que fue en otro tiempo: no somos
Europeos, no somos Indios, sino una especie media entre los Aborígenes y los
españoles. Americanos por nacimiento y Europeos por derechos, nos hallamos en
el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de
mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores.
Así nuestro caso es el mas extraordinario y complicado.
Esta aseveración de Bolívar conduce más
bien a la universalidad, la cantera dispuesta originariamente a contener la
disimilitud y, desde allí, partir a buscar lo pretendido, la emancipación
mental a través de la “raza síntesis” que no acepta exclusiones. Esa “territorialidad”
difuminada entre el tiempo y la historia que intenta “cercar” simbólicamente
(utópicamente) un continente que “viene del mestizaje y hacia la globalización
va” con las alforjas cargadas de pasado como el blasón para permanecer erguido
como “ínsula quijotesca” ante los embates del presente que muda de piel
rápidamente y a veces no da tiempo de catalogarlo; sólo nos deja la expectativa
del arte para reconciliarnos en la sensibilidad y soñarnos auténticos. Adorno
aduce que: “en la era de la comunicación de masas, el arte permanece íntegro
cuando no participa en la comunicación” [Adorno. 1980. 416].
Si el arte latinoamericano es
respuesta de su idiosincrasia, se manejará en cierta medida como punto focal de
“resistencia cultural” frente a la naturaleza homogeneizadora de la
globalización. Es la trasmigración de
los tiempos lo que mantendrá la fortaleza de la hibridez y la
resemantización del mestizaje a través de los tiempos;
La
hibridez es tan fuerte que los elementos del pasado y del presente pierden su
integridad hasta fundirse o volverse perfectamente intercambiables. Al introducir un <<<doble marco temporal>>
la reversibilidad del tiempo, simbolizada por el fantasma, se salda igualmente
con la inclusión del presente de muchos elementos pasados [Gruzinski. 2000: 332]
Es tiempo de conciliar escisiones
que han hecho del sujeto un ser “extraño y fronterizo”; es tiempo de que sujeto
y razón se concilien en torno al ámbito cultural para fortificar los discursos
y hacerlos navegables en los decursos de la historia;
La razón
y el sujeto, que en efecto pueden llegar a ser extraños u hostiles, pueden
también unirse y que el agente de esta unión es el movimiento social, es decir,
la transformación de la defensa personal y cultural del sujeto en acción
colectiva dirigida contra el poder que somete la razón a sus propios intereses
[Touraine. 1992: 366]
No es una lucha de los individuos
contra la globalización y su desdoble en la comunicación de masas y el
desarrollo tecnológico. Es la lucha contra quienes mueven los hilos del poder
a través de la globalización y su
instrumentación como discurso del poder; lenguaje totalitario que cercene
visiones y prosiga la explotación de los capitales en detrimento de los
pueblos. Es repetir la advertencia de Vasconcelos sobre el internacionalismo,
que: “sólo serviría para consumar el triunfo de las naciones más fuertes”.
Ya no es asunto de “topografías” es
cuestión de “discursos” que articulan esencias; tal y como lo predijo Mallarmé “Enunciar
significa producir; proclama a gritos sus demostraciones a través de la
práctica”. Entonces, la esencia estará en la tipología del discurso como
redundancia de la hegemonía de los pueblos mestizados o globalizados, pero por
encima, sociedades discursivas al estilo definido por Lotman;
La tarea
de construir una tipología de la cultura no puede ser considerada una tarea
nueva: surge periódicamente en determinados momentos de desarrollo científico y
cultural general. Podemos decir que cada especie de cultura crea su concepción
del desarrollo cultural, es decir, una tipología de la cultura. [Lotman. 1998:
93]
Es el hombre transmigrado en su
discurso el que debe oponerse a las limitaciones y temores de la subordinación
hacia los otros, hemos pasado mucho tiempo lamentándonos de ser subordinados de
otros, el presente exige posturas diferentes de hombres “conscientes” de su rol
social:
Es éste
el hombre que ha de expresarse, el que ha de hablar a través de todas las
formas de cultura a su alcance. Un hombre que no tiene por qué repetir
lecciones ajenas o tratar de eludirlas para afianzar una supuesta originalidad.
El hombre es hombre aquí y ahora, ayer y en cualquier otra latitud. En cada
hombre deben hablar todos los hombres, los que han sido y los que son, así como
los que pueden llegar a ser. [Zea. 1974: 55]
Bibliografía.
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[1] Este artículo forma parte de un proyecto de investigación
financiado por el CDCHT de la Universidad de los Andes. Venezuela.
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